LAS
CATACUMBAS EN ROMA
Noemí Raposo Gutiérrez
Bajo las
ruidosas calles bañadas por el sol de la Roma actual existe otra ciudad entera,
tras sus puertas se oculta un misterioso laberinto frío, silencioso y
eternamente oscuro, éstas son las catacumbas.
Dentro de las
catacumbas había pinturas y objetos que adornaban paredes llenas de restos
humanos; los restos de las personas que creían que estos estrechos pasadizos
conducían a la vida tras la muerte.
Durante tres
siglos los primeros cristianos fueron perseguidos por un Imperio Romano
opresor, ya que su culto era ilegal. Durante esta época los primeros cristianos
de Roma enterraban a sus seres queridos en pasadizos subterráneos por la
creencia en Jesucristo, que fue sepultado en una cueva, y ellos también podían
resucitar y volver a vivir.
Las
ciudades de los muertos
Una persona
muerta no podía ser incinerada o sepultada dentro de las murallas de la ciudad,
esto era lo que establecía la legislación romana entre los siglos II-IV d.C. Esta
norma estricta, de cómo disponer de los cadáveres, se aplicaba a todos los
residentes de Roma. La mayoría de los romanos eran paganos y optaban por la
incineración, sus cenizas eran conservadas en pequeñas tumbas en necrópolis al
aire libre, pero los primeros cristianos y judíos romanos insistían en enterrar
a sus muertos. Estas tumbas subterráneas se denominaban catacumbas, que
significa “cavidad” en griego. El nombre deriva de las cavidades que bordeaban
la vía Apia.
Las catacumbas
de Roma evolucionaron a partir de estas primeras catacumbas, la mayoría estaban
cerradas al público, para proteger sus pinturas murales, ya que la misma
respiración humana podían dañarlas irremediablemente. Aunque es probable que
este arte funerario fuera creado para entretener a los muertos, hoy nos brinda
la posibilidad de echar un vistazo al pasado, una mirada a la vida diaria y a
las creencias de la Roma de los siglos II-III d.C.
La construcción
de las catacumbas se inició en el siglo II. Los primeros cristianos excavaron
un inmenso sistema de galerías y pasadizos conectores, uno debajo de otro,
unidos por estrechos y escarpados peldaños extendiéndose hasta cuatro pisos de
profundidad. Estos pasadizos medían unos 2 m de altura por apenas 1 m de ancho,
en las paredes se abrían unos nichos rectangulares, llamado lóbulos, del latín loculi, en los que sólo cabía un
cadáver; en ellos se enterraban a los obreros, a las mujeres, a los niños y a
los ancianos. Los ricos solían descansar en elaborados sarcófagos de mármol,
las sepulturas lujosas; los santos y los mártires, que habían muerto por la fe,
eran sepultados en unos arcosolios, que se trataba de un lugar de honor, que
consistía en un nicho abierto, bajo una forma semicircular tallada en la pared
y decorada con pinturas simbólicas. Muchas catacumbas recibieron el nombre de
los santos enterrados en su interior.
Las catacumbas eran
obras excavadas por fossores, que significa constructores de cuevas, formaban
una especie de gremio de un oficio muy especializado y difícil. Los fossores querían
proteger las tumbas de sacrilegios y saqueos, por lo que diseñaron laberintos y
angostos pasadizos. Los pasadizos eran tan oscuros y agoreros que el latinista
San Jerónimo escribió que “una visita dominical a un mártir más bien parecía un
descenso al infierno”.
En las
catacumbas la luz no entraba por ninguna ventana, sino que se filtraba desde
arriba por unos pozos que acababan con la oscuridad, pero mientras uno avanzaba
con precaución las tinieblas lo iban envolviendo para sumirlo en el silencio de
la noche. La única luz y ventilación natural de las catacumbas provenía de las
aperturas en los techos llamados lucernarios, a través de estos también se
bajaba el agua para mezclar con el polvo de toba y preparar así la argamasa
necesaria para sellar los nichos.
Vida
y muerte bajo tierra
Es probable que
la primera catacumba construida durante el siglo I d.C. fuera para familias
nobles, que se excavaban una tumba bajo sus propias tierras; posteriormente, se
ampliaron para poder enterrar a sus hermanos cristianos, así como a los romanos
judíos, y otras personas que repugnaban la práctica de la incineración.
Sin embargo,
fue en los siglos II-III cuando las catacumbas adquirieron importancia. Muchos
de los mártires habían muerto a manos de turbas romanas. Aunque muchos de los
primeros cristianos no encontraron la muerte a manos de una turba, sino en
lugares como el coliseo y el circus
maximus, algunos cristianos prefirieron morir en las garras de un león
antes que renunciar a su fe y otras veces eran obligados a luchar contra
gladiadores.
Entre los santos
enterrados en las catacumbas se encuentra San Pablo. Por esta razón, las
catacumbas se convirtieron en un lugar de visita a los santos y a los mártires
para los primeros cristianos, donde les rezaban y rendían culto. Las pinturas
nos proporcionan esta práctica, consistentes en una pequeña comida comunitaria,
que constaba de pan y vino.
Curiosamente,
los primeros cristianos eran reacios a representar directamente a Jesucristo en
las paredes de las catacumbas, pero casi todas las catacumbas de Roma contenían
imágenes, como la del buen pastor, que era una forma de representar a Jesús
implícitamente. Además de aparecen animales de todo tipo como el pavo real, que
era considerado un símbolo del nacimiento y vida eterna. También estaban
decoradas con imágenes de jardines, el jardín era uno de los principales temas
del arte funerario pagano de la antigüedad, adoptado por los cristianos, se
creía que el más allá era un hermoso jardín donde encontrarían todos los
placeres de la vida. Los primeros cristianos tomaron voluntariamente símbolos y
elementos mitológicos griegos y romanos para inspirarse en las catacumbas, en
muchas paredes aparece Hércules; también resulta muy interesante el gusto que
hacían de las imágenes de delfines, que según la mitología griega y romana
conducían las almas al más allá.
La ceremonia
funeraria era el inicio de este viaje al más allá. Después de cruzar la entrada
a las catacumbas, los cuerpos de los difuntos eran transportados a veces a
grandes distancias por los pasadizos subterráneos, que conducían hasta los lóculos
o los arcosolios preparados para recibir el cadáver. Los cadáveres no se
embalsamaban en las catacumbas, se envolvían con un sudario y se situaban en estos
nichos y después se cerraban las tumbas con placas de piedra o de arcilla, que
se sellaba con argamasa y encima se colocaba una inscripción para identificar
al difunto y desear su descanso eterno.
La
creciente necrópolis
En el año 400
d.C. ya se habían construido las catacumbas más grandes y complejas, pero se
estaban excavando más, y pronto habría casi 100 km. de cementerio subterráneo
debajo de la ciudad, era una auténtica ciudad de los muertos. A finales del
siglo V había 750.000 personas enterradas en los túneles de las catacumbas que
bordeaban la antigua Roma.
La catacumba
más grande era la que los antiguos cristianos denominaron Domitila, por ser de
la sobrina del emperador Domiciano, con más de 12 km de galerías y pasadizos.
La existencia
de tantos kilómetros de catacumbas debajo de Roma dio lugar al mito de que los
antiguos cristianos se escondían en ella durante los períodos de peligro o
persecución. Sin embargo, las autoridades romanas conocían la existencia de las
catacumbas y su situación. Por lo tanto, si los antiguos cristianos necesitaban
un refugio, las catacumbas no podían considerarse un escondite secreto. Aunque
el verdadero motivo por el que la gente no podía esconderse en ellas era el
olor que desprendían los millares de cadáveres en descomposición, el hedor
debía de ser irresistible, el olor a carne humana en putrefacción era
repugnante, nauseabundo y además tóxico. No obstante, aunque no se escondían en
las catacumbas parece que los artesanos y los pintores las habían poblado para
decorar estas elaboradas cámaras mortuorias.
El
fin de las catacumbas
En el año 313
d.C. Constantino el grande decreto que el cristianismo se convirtiera en una
religión legal del Imperio Romano, al mismo tiempo la práctica de los entierros
subterráneos fue disminuyendo.
A finales del
siglo V las catacumbas dejaron de usarse, se había vuelto habitual que los
cristianos y los judíos usarán los cementerios al aire libre. El misterioso
legado dejado en las catacumbas, gracias a un enorme trabajo, en gran parte se
abandonó. Las razones por la que abandonaron las catacumbas son casi tan
misteriosas como las que llevaron a que se construyeran. Hay quien afirma que
una vez se legalizó el cristianismo ya no había motivo para efectuar entierros
subterráneos. Otro hecho curioso es que en el siglo IX las catacumbas no sólo
habían sido abandonadas, sino que los fieles las habían olvidado por completo.
En la Baja Edad
Media los muertos habían comenzado a desaparecer, la causa no era la resurrección
divina, sino el saqueo. En esta época, las personas de la antigua ciudad de
Roma iban a las catacumbas, como visitantes o peregrinos para tocar la tumba de
un mártir. Los peregrinos solían firmar con sus nombres las paredes cercanas a
las tumbas de los mártires para decir que habían estado allí y a veces ponían graffiti.
El primer
descubrimiento tuvo lugar el mes de junio de 1578, cuando unos obreros excavaban
una mina de cemento, cerca de Roma, y encontraron por casualidad una catacumba.
De los casi 100
kilómetros de catacumbas, que se cree que existen bajo la actual ciudad de
Roma, sólo se han explorado 65 km. Quizás no sepamos nunca mucho más sobre estas
personas tan distantes en el tiempo, pero conservar el mensaje que dejaron en
las catacumbas puede ayudarnos a comprendernos mejor a nosotros mismos.
Fuente
Reseña realizada
a partir del documental “¿Quién construyó las catacumbas?”
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JOYA DE CERÉN, UNA ALDEA MAYA BAJO LAS CENIZAS DE UN VOLCÁN
Aguas Santas Barrada Rodríguez
Joya
de Cerén es solo uno de muchos casos conocidos en El Salvador donde las
erupciones volcánicas han afectado en el pasado a la vida humana. Es único en el sentido que muestra
cómo vivía el indígena común y su vida.
Este sitio fue descubierto en 1976 cuando se preparaba el terreno para
construir silos para el Instituto
Regulador de Abastecimientos (I.R.A.). Se realizó el primer análisis en 1978 y 1980 por el Dr. Payson Sheets, profesor de antropología de la Universidad
de Colorado en Boulder, Estados Unidos. Los trabajos de
excavación fueron interrumpidos por la Guerra Civil de El Salvador pero fueron retomados en 1989 hasta 1996. En 1993 fue
declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.
El
territorio de El Salvador presenta uno de los paisajes más volcánicos del
mundo. El istmo de Centroamérica fue el resultado de la actividad volcánica, y
con el tiempo los depósitos de ceniza y otros productos eruptivos se han ido
meteorizando para formar suelos de renombrada fertilidad.
Sin
embargo, este es un paisaje “vivo”, ya que han ocurrido varias erupciones documentadas
desde la conquista española (1524), y los estudios geológicos han identificado
numerosos eventos prehistóricos ocurridos en los últimos miles de años. A lo
largo de milenios, la población humana viviendo en la sombra de estos volcanes
tuvo que aguantar, adaptarse, o perecer frente a esta situación. En algunos
casos, como en la gran erupción de Ilopango (en el siglo V d.C.) que afectó
gravemente alrededor de 3,000 km2, la vigilancia y fuga no pueden
haber sido suficientes como para salvar la vida de, probablemente, decenas de
miles de personas.
Sepultada bajo las cenizas volcánicas
encontramos la Joya del Cerén que es estudiada como una cápsula del tiempo de
la época clásica maya. De esta forma tenemos información de las estructuras
domésticas que nos dan la oportunidad de estudiar el pasado no escrito de esta
civilización: la dieta, la interrelación, etc.
Está situada en la parte central de El
Salvador, que está rodeado de volcanes. Los arqueólogos basan su historia en
las erupciones volcánicas. Un ejemplo de ello es el volcán de Llopango, que ya
en el 420 d. C. entro en erupción y cubrió la mayor parte del país, por ello se
encuentran muchos lugares arqueológicos con restos de ceniza volcánica durante
el periodo Preclásico. Estas erupciones ocurren cuando el magma toma contacto
con el agua y debido al peso de la masa de la tierra, el agua se eleva y eso es
lo que hace que se forme un cráter volcánico en forma de lago, eso es lo que ocurre
en Llopango.
El asentamiento es una pequeña aldea que fue enterrada por 5 metros de
ceniza volcánica durante la erupción del volcán llamado “Loma Caldera”, por lo
que ha sido llamada la “Nueva Pompeya” y la “Pompeya de las Américas”. Su
estado de conservación es increíble. Se descubrió en 1976, cuando un tractor
chocó con uno de los restos. Las excavaciones están revelando información
extremadamente valiosa sobre la vida cotidiana y doméstica de entonces. Entre
las 17 estructuras descubiertas hay dos bodegas para alimentos y utensilios de
trabajo como cuchillas de obsidiana y piedras de moler de reserva.
Otras dos estructuras son cocinas, donde se han desenterrado cuchillas,
piedras de moler, vasijas con restos de comida (frijoles, cacao y chiles),
platos de barro y un fogón de tres piedras. Las estructuras tienen varios
nichos verticales y horizontales, y paredes pintadas de rojo y blanco. También
se ha encontrado un jardín con maíz y maicillo, así como huesos de roedores y
un pato. Todas tienen techo de paja. En los alrededores se han descubierto bajo
la ceniza maizales cultivados. Todo se halla intacto tal y como fue enterrado
en el momento de la erupción.
Todas las estructuras fueron construidas con tierra. Sin
embargo, al contrario de lo que se esperaría, el material empleado en la
construcción de estas estructuras tenía relativamente poca arcilla. Los techos
eran de zacate (paja) sostenido por un armazón de madera rolliza.
La estructura 1 corresponde a la casa que quedó cortada en talud por los
tractores de 1976, y proporcionó la evidencia de la existencia e importancia
del sitio.
Esta estructura se encuentra en mal estado de conservación. En 1976, la
mayor parte de su corredor fue destruido por el tractor. Después de su
excavación parcial en 1978, un techo modesto de lámina proporcionó alguna
protección contra la lluvia, pero ya para 1986 el talud de excavación había
colapsado, quebrando las dos columnas del corredor y la pared de bahareque detrás
de ellas. Las otras tres paredes fueron descubiertas durante las excavaciones
de envergadura que se iniciaron en 1989. Las paredes se habían separado de las
columnas y caído al suelo debido a la violencia de la erupción, pero
lamentablemente fueron destruidas por los excavadores a fin de revisar las
áreas que cubrían. Se dieron daños adicionales cuando se hizo un experimento
mal aconsejado en esta estructura. Se apiló arena caliente contra la plataforma
basal con el objetivo de secarla rápidamente; esto provocó desprendimientos
generales en su superficie, resultando en su actual apariencia
"golpeada".
Se ha propuesto que el hogar típico de Joya de Cerén está representado por
las Estructuras 1 (la casa, cuyo uso prácticamente se limitaba a ser un
dormitorio), 6 (una bodega) y 11 (una cocina). Puede ser una interpretación
válida, pero a la fecha solo se tiene un ejemplo de este conjunto propuesto. En
otros sitios contemporáneos se han descubierto entierros alrededor de restos de
casas, y debajo de ellas, que serían de sus propios ocupantes. La única
excavación en Joya de Cerén debajo de una estructura fue debajo de la número 5,
donde efectivamente se encontró parte de un entierro humano.
La Estructura 6 es una de tres
bodegas conocidas en Joya de Cerén.
En la imagen podemos observar la Estructura 6
(bodega) y al fondo la Estructura 11 (cocina circular). El hoyo en la esquina
de la Estructura 6 es el cráter dejado por el impacto de una bomba volcánica
durante la erupción que sepultó Joya de Cerén.
La Estructura 9 corresponde a los baños-sauna que
formaban parte de los hogares mesoamericanos y siguen siendo importantes entre
los mayas de Guatemala y del sur de México. En la arqueología mesoamericana,
generalmente se designan estas estructuras con el término "temascal"
(derivado de la palabra nahua temazcalli), mientras que los
actuales mayas de Guatemala, incluyendo los k'iché, kaqchikel y tz'utujil, las
llaman tuj y las ocupan para bañarse, para el parto y para
curaciones.
El temascal de Joya de Cerén (Estructura 9) es el
ejemplar prehispánico mejor conservado que se conoce. En común con otros
temascales, la Estructura 9 tiene una baja entrada por donde los usuarios
entraban gateando, a fin de conservar el calor adentro. En su interior, que
solo ha sido parcialmente excavado, hay una caja de fuego hecho de piedras unidas
con barro, y banquetas situadas alrededor (en este caso, forradas con lajas y,
uno supone, petates). Un hoyo pequeño en el techo ventilaba el temascal.
Durante la erupción el techo en forma de domo
recibió el impacto de una bomba volcánica que abrió el hoyo grande como se
observa en la imagen, y luego el techo cedió un poco bajo el peso de los
materiales volcánicos que se depositaron encima. El hoyo de ventilación aparece
enfrente del boquete en el techo.
La estructura 11, como podemos ver en la imagen
de abajo, es una construcción de planta circular y paredes de caña abierta que
servía de cocina. Su interior contiene las tres piedras del hogar mesoamericano
(cuyo uso en El Salvador está casi extinto – en Nahuizalco todavía conservan el
nombre derivado de nahua de “los tenamashtes”). Cuando fue excavada, la
Estructura 11 tenía restos de un estante, vasijas para cocinar y servir comida,
yaguales (anillos de zacate sobre los cuales se paran vasijas de base redonda),
un metate, recipientes de morro pintados (jícaras) y varios otros objetos.
En la arquitectura vernácula tradicional (casi extinta), las cocinas se
construían a cierta distancia de las casas para poner a salvo la casa en el
evento de un incendio en la cocina. Esto ocurría con cierta frecuencia,
especialmente en temporadas de vientos fuertes.
Una sorpresa en Joya de Cerén fue el techo de su temascal: un domo,
elaborado en bahareque, y antiguamente protegido bajo una ramada de paja. Es el
único domo conocido en la arquitectura mesoamericana. Este temascal descansa
sobre una plataforma basal, y tiene gruesas paredes de barro modelado.
Cultivos
Es
importante destacar la amplitud de información acerca de los cultivos que ha
sido obtenida en Joya de Cerén. Éstos, que a veces llegan hasta las puertas de
las casa, incluían sobre todo maíz (Zea mays de la variedad Nal-Tel/Chapalote).
Además de maíz, se han identificado otros cultivos como:
*Fríjoles
(Phaseolus
vulgaris y Phaseolus lunatus)
*Ayote
o calabaza (Cucurbita moschata)
*Chile
(Capsicum
annuum)
*Yuca
o mandioca (Manihot esculenta)
*Quequexque
o malanga (Xanthosoma violaceum)
*Algodón (Gossypium hirsutum)
*Maguey o agave (Agave spp.)
*Achote
o bija (Bixa orellana)
*Jocote
(Spondias spp., probablemente Spondias purpurea)
*Cacao
(Theobroma
cacao)
*Guayaba
(Psidium spp.)
Conservación
En 2005 FUNDAR inició su colaboración en el manejo del Parque
Arqueológico Joya de Cerén con el órgano cultural del Gobierno (CONCULTURA
hasta julio, 2009, y luego la Secretaría de Cultura). El parque se encontraba
en un estado de "franca negligencia" en palabras de los funcionarios
de Gobierno. Entre 2005 y diciembre, 2009 (cuando FUNDAR decidió terminar su
participación en los parques), se realizaron varias acciones que han tenido un
impacto significativo.
La arqueología en Joya de Cerén muchas veces se ha comparado con Pompeya,
donde una repentina erupción volcánica congeló un momento de tiempo y nos ha permito
conocerla con una gran riqueza de detalle. De igual manera en Joya de Cerén,
los materiales volcánicos recubrieron las viviendas, otras estructuras y los
cultivos circundantes, conservándolos hasta tal grado de importancia que no
contamos con otros paralelos en Mesoamérica. Materiales normalmente
perecederos, como semillas, implementos de madera, cestos y recipientes de
morro se conservan como improntas (que pueden ser rellenadas con yeso como
hicieron en su día en Pompeya), como restos carbonizados o, en ciertas
situaciones enteros gracias a condiciones herméticas. La información de Joya de
Cerén ha sido revolucionaria para el conocimiento de la vida cotidiana de los
antiguos mayas.
El nuevo poblado de Joya de Cerén, situado a menos de un kilómetro de
distancia de las estructuras descubiertas, está conformado en su mayoría por
campesinos que cultivan sus propias parcelas, utilizando casi las mismas
técnicas rudimentarias de los antiguos habitantes del destruido pueblo de Joya
de Cerén. En la actualidad, dichos habitantes se han convertido en grandes
colaboradores de las excavaciones y en la conservación del sitio.
Fuente
Conferencia sobre: “Joya de Cerén, una
aldea maya bajo las cenizas de un volcán”, realizada por Fabricio Valdivieso, Congreso Internacional sobre la Cultura Maya
“El amanecer Maya” celebrado en La Rábida, Huelva, UNIA los días 21 a 24 de
noviembre de2012.
Recursos electrónicos
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MITOLOGÍA GRIEGA:
LA MANZANA DE ORO
Ana Sánchez Delgado
Este mito comienza con una boda, concretamente
la de la nereida Tetis y Peleo (padres del portentoso Aquiles).
A esta boda fueron invitados todos los dioses
excepto la diosa de la discordia, llamada Eris. Ésta enfadada decidió crear un
tumulto durante la celebración y para ello creó una manzana dorada, la cual
tenía el siguiente grabado “PARA LA MÁS BELLA”. Eris cogió la manzana y la
lanzó a los pies de un grupo de diosas formado por Hera, esposa de Zeus,
Atenea, diosa de la inteligencia y la estrategia militar, y Afrodita, diosa del
amor. Las tres diosas al leer lo escrito en la manzana comenzaron a discutir
sobre quién debía de quedarse la manzana pero al no llegar a ningún acuerdo
decidieron acudir a Zeus para que decidiera quién debía quedársela. Zeus se vio
venir el “marrón” y para evitarlo mandó a Hermes a por el mortal Paris el cual
se encontraba tan tranquilo cuidando de su rebaño.
Paris, hijo de Príamo rey de Troya y de su
segunda esposa Hécuba, tuvo la tarea de entregar la manzana de oro a una de las
tres diosas. Paris aprovechándose también de la situación pidió a las diosas
que se desnudaran para así poder realizar una elección más eficaz ya que ningún
defecto quedaría oculto. Alucinado por ver tanta belleza junta, pidió
observarlas por separado. La primera fue Hera que entre susurros le prometió
que si era elegida sería el hombre más poderoso de toda Grecia, la segunda fue
Atenea que entre susurros le prometió que si le daba a ella la manzana vencería
en todas las guerras y, por último, Afrodita le prometió como esposa a la mujer
más bella del mundo si Paris se decidía a coronarla como vencedora. La carne es
débil y Paris, un “playboy” de su época, no pudo resistirse a tener entre sus
brazos a la mujer más bella del mundo por lo que decidió darle la manzana a
Afrodita y coronarla como la más bella.
La mujer prometida por Afrodita no fue otra que
Helena esposa de Menelao, rey de Esparta.
El amor insuflado por la diosa a Helena y su
posterior huida de Esparta en brazos de su amado Paris fue la causa por la cual
se cuenta que se inició la famosa Guerra de Troya, donde participaron el
poderoso Aquiles y el astuto Ulises a lo que se sumó, según cuenta Homero en su
Ilíada, una guerra entre los propios dioses los cuales eligieron a los troyanos
como fue el caso de Apolo, que contaba con un culto muy arraigado en la ciudad,
o Afrodita, mientras que del lado de Menelao y sus aliados se situaron, entre
muchos otros, las diosas Hera y Atenea furiosas por la elección de Paris y
deseosas de vengarse de tan gran afrenta.
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EL PASO DEL ROLLO DE PAPIRO AL CÓDICE
Aguas Santas Barrada Rodríguez
Soportes antiguos
El vocablo
"libro", deriva de la voz latina liber, es decir, corteza
secundaria de los árboles. El libro, antes de presentar su forma actual, tuvo
diversos aspectos según el material empleado para su confección. El primer
material utilizado para su elaboración fue la corteza de los arboles. En la India
y en Indochina los libros se escribían en hojas de palma secas y empapadas de
aceite, en Asia central en la Corteza del abedul, en China en seda y en Roma en
telas de lino; también se escribió sobre metal; plata, oro, plomo y en laminas
delgadas que se enrollaban como papel.
Se sabe que en China hubo
una rica producción literaria de alto nivel, acompañada de un gran desarrollo
en el arte del libro, que se remonta a tres mil años a.C. El primer soporte de
la escritura fue la madera, sobre la cual se escribía partiendo del ángulo
inferior derecho y se continuaba de forma vertical.
Después de la destrucción
de las tablillas, ordenada por el emperador Qin Shi Huangdi en el año 231 a. de
C., se utilizo un nuevo soporte: la seda, sobre la cual se trazaban los signos
mediante una caña de bambú, con una tinta compuesta de negro de humo y de goma.
En esa misma época
florecían otros dos centros de civilización en África Septentrional y en Asia
Menor, especialmente en Mesopotamia. Los sumerios y los babilonios fueron
quienes adoptaron el sistema de escritura cuneiforme. En la ciudad de Nippur se
descubrieron rastros de una gran biblioteca que contenía más de quinientas mil
piezas y un archivo de documentos. Al este de Ankara, en la capital de los
Hititas, se encontraron quince mil tablas de grandes dimensiones con escritura
cuneiforme y otras más en Ras-Shamra, en Siria Septentrional.
El papiro en Egipto
En Egipto las letras
alcanzaron un desarrollo y valor considerable, no sólo en el campo religioso
sino también en el científico y literario. El soporte de esa escritura fue la
planta de papiro que crecía en el valle del Nilo.
Los antiguos egipcios,
gracias a su nivel de cultura y civilización, descubrieron muy pronto los
méritos de tal arbusto y lo utilizaron para necesidades cotidianas. La
utilización más importante fue la de ser soporte de escritura. La fabricación
de este soporte se realizaba cortando solamente el tallo, se introducía primero
en agua, después se le quitaba la corteza verde y se cortaba en tiras de 25 mm
de ancho. Las tiras obtenidas se extendían en una superficie plana y se mojaban
con agua del Nilo, sobre esta capa se ponía otra en sentido transversal y
uniéndolas mediante presión se dejaban secar al sol. Se obtenía así una hoja
compacta que se aplanaba con un martillo, se pulía y alisaba con un instrumento
de marfil, después se cortaba para obtener hojas de un mismo formato, entre 12
y 13cm de largo y de 22 a 33 cm de alto, finalmente las hojas se envolvían con
forma de rollo y algunos se comercializaban.
La tonalidad más blanca y
delgada de los rollos estaba destinada a la escritura de los libros sagrados y
la tonalidad leucosica a los de tipo ordinario. El "libro" egipcio
tenia forma de rollo formado generalmente por 20 hojas enrolladas alrededor de
una varilla de madera, hueso o marfil.
La escritura se trazaba
paralelamente a las fibras horizontales por lo general solo en una de las caras
de la hoja formando columnas estrechas que se numeraban progresivamente, los
papiros opistográficos estaban impresos en las dos caras. Las columnas se
llamaban paginaey también schedae, la primera hoja se conocía
como protocollo y la ultima por excatocollo.
La longitud del rollo
variaba según la necesidad, la escritura utilizada en los papiros no era igual
a la de los jeroglíficos de las inscripciones, sino que más bien presentaba una
forma más rápida y fácil de comprender, se llamaba hierática (sacerdotal). Solo en épocas sucesivas se utilizó una
escritura más cursiva llamada demótica (popular).
Los escribas egipcios utilizaban una varilla de bambú cortada transversalmente
que girada en diferentes sentidos y podía formar trazos gruesos o finos.
La tinta se
preparaba con hollín o carbón vegetal extraído de los utensilios de cocina y
tratado con una ligera solución de cola. La tinta roja se utilizaba para los
títulos y los comienzos de capítulo.
El rollo de papiro se
conservaba en una especie de recipiente de madera o de arcilla. La mayor parte
de los papiros se han conservado gracias a la costumbre religiosa de
depositarse en la tumba. Los así llamados "libros de los muertos".
Estos libros eran rollos de
papiro realizados por sacerdotes que los hacían dejando en blanco solo el
nombre del fallecido y los adornaban con dibujos más o menos elaborados según
la categoría del destinatario, también se encargaban de su venta siendo esta la
única forma de comercio de libros conocida en el antiguo Egipto. Por otro lado
las bibliotecas egipcias estaban asociadas a los templos.
En el sur de Egipto, en
Edfu, se descubrió en el tiempo de Horus, dios del sol, una sala cuyos muros se
habían adornado con los títulos de los libros conservados en su biblioteca, además
cerca de Tebas se han encontrado dos tumbas cuyas inscripciones mencionan la
calidad del "bibliotecario".
Las tablillas enceradas
En el mundo grecorromano el
papiro no fue el único material utilizado como soporte de escritura, se
emplearon también las "tablillas enceradas". Estas estaban formadas
por tablillas rectangulares de madera o marfil, con un pequeño margen realzado
a lo largo de los cuatro lados. En la parte central que estaba hundida se
esparcía la cera y sobre ella se escribía con un instrumento puntiagudo, el stilus,
en la parte opuesta a la punta tenía un rascador, de forma que se pudiese
borrar fácilmente la escritura rascando la cera.
Las tablillas enceradas se
utilizaban para ejercicios escolares, para cuentas, para comunicaciones epistolares
y para borradores de los poetas. Generalmente se unían con cuerdas formando una
especie de libro, según él numero se obtenía un díptico, un tríptico o un
políptico. Los documentos dípticos o trípticos se presentaban con el texto en
doble redacción.
El grupo más importante lo
componen las tablillas descubiertas el año 1875 en Pompeya, en la casa del
banquero L. Cecilio Giocondo, son 127 y comprenden desde el año 15 al 62 d. de
C.; estas contienen los recibos de la administración municipal, de la cual
Giocondo era el arrendador.
Parecidos a las tablillas
enceradas son los dípticos consulares de marfil ricamente esculpidos,
aproximadamente son 71 de los cuales el más antiguo es un díptico sacerdotal
del año 388. En la Edad Media se utilizaron para usos litúrgicos como tapas de
evangelios y misales de gran lujo.
El
rollo y el códice
El rollo de papiro había
sido útil durante varios milenios a los egipcios y durante la civilización grecorromana. Permitía recoger
textos de cierta extensión con la garantía de integridad para las obras, tenían
buena apariencia y resultaba agradable al tacto, se podía escribir con
facilidad en él con tinta, borrar lo escrito con agua y embellecerlo con
ilustraciones. No pesaba mucho, se sostenía con las manos y se transportaba con
facilidad. Resultaba superior a las tabletas de barro y a los rollos de piel
anteriores. En Grecia y Roma quedó identificado como el medio noble para la
expresión intelectual y literaria.
Algunos bibliófilos,
compraron viejos rollos, pero no buscando
su antigüedad, sino porque contenía alguna obra agotada. Tal era la éxito
del rollo de papiro como instrumento de cultura que incluso San Jerónimo lo
prefirió para dar a conocer su obra, a pesar de que los cristianos de su tiempo
se habían decidido por el códice de pergamino en Occidente y de papiro Oriente.
Pero el rollo tenía sus
inconvenientes, como la pérdida de tiempo en buscar un pasaje concreto. Otros
inconvenientes eran su fragilidad por desgarrarse fácilmente, la precisión de
utilizar las dos manos durante la lectura, el riesgo de que se embrollara y la
necesidad de enrollarlo de nuevo al
terminar la lectura o iniciarla.
Tan útil para la humanidad
fue la adopción del códice de pergamino, que frente a los mencionados inconvenientes del rollo, el códice
garantizaba una más larga vida porque estaba protegido por la encuadernación,
su almacenamiento era más fácil, lo mismo que su transporte por ser plano y
abultar menos. Ofrecía una capacidad seis veces superior (más páginas o
columnas y la escritura por las dos caras), resultaba más barato y manejable y
en él se localizaba un pasaje con mayor rapidez.
Parece claro que el cambio
del rollo al códice se debió a los cristianos, porque al principio fueron tan
raros los códices con literatura clásica, como los rollos con textos
cristianos. A partir del siglo tercero el códice terminó imponiéndose incluso
para los textos literarios, quedando reducido el rollo al final del Imperio
para documentos diplomáticos y honoríficos, porque la tradición dejaba sentir
su peso en los documentos rituales y formales.
Collins H. Roberts en su
estudio sobre el origen del códice, cree que se deriva de las tabletas de cera
y pugilares usados por los romanos para notas. Incluso llega a imaginar que San Marcos debió
escribir su evangelio en un códice de cuero, de uso corriente para anotaciones
entre las personas modestas con las que convivió en Roma.
Los cristianos, por otra
parte, descubrieron sus ventajas cuando observaron su mayor capacidad, que
permitió reunir series de escritos útiles para las comunidades. Además en las
reuniones era fácil la localización de los párrafos que convenía comentar y lee
a la audiencia después de comprobarlos para tener la seguridad de su corrección,
pues un error podía poner en peligro la salvación del alma. También, porque
estos valiosos textos se podía llevar en los viajes de apostolado y era factible esconderlos con facilidad en los momentos de persecución. Por
su prolongada duración resultaban baratos para a personas pobres para las que
era onerosa la reposición de los ejemplares
maltratados por el uso.
Fuera del mundo cristiano algunos sectores
culturales se decidieron, poco a poco, por la sustitución del rollo por el
códice. Quizá los primeros fueron los profesionales del derecho, porque el
códice resultaba muy conveniente para las recopilaciones de disposiciones
imperiales, que eran prontamente
localizadas. Precisamente la recopilación legal ordenada por el
emperador Justiniano fue llamada el Código, códice por antonomasia. También
resultaba muy útil para los libros de estudio por su capacidad y resistencia y
fue adoptado pronto para las obras de medicina, objeto de muchas consultas.
Igualmente para largas narraciones, como las obras de Tucídides y Jenofonte o
para un conjunto de tragedias y comedias o para antologías. La localización de los
pasajes se vio favorecida porque pronto se hizo costumbre la formación de
índices de contenidos.
El códice de papiro
sobrevivió algún tiempo, mientras fue fácil de conseguir. Se mantuvo en los
documentos en Rávena, en la corte merovingia y en la curia romana hasta la
mitad del siglo XI. Quizá para estos fines no empezó a generalizarse el
pergamino hasta el siglo VII. Igualmente para los documentos se prefirió la forma
del rollo usada incluso en los escritos sobre pergamino.
Parece como si a finales del
siglo IV existiera el presentimiento de la próxima desaparición de la cultura
clásica y una premonición de que en los tiempos posteriores iba a resultar
difícil la preservación de los libros que contenían sus mejores logros. Esto
justificaría el interés desatado en trasladar a códices de piel el contenido de
los rollos en papiro y en la cuidadosa revisión de los textos.
Bibliografía
ESCOLAR SOBRINO, H. (1988): Manual de
historia del libro, Madrid.
Web
de interés
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EL BARCO FENICIO
Aguas Santas Barrada Rodríguez
El Mediterráneo ha sido cuna de incontables civilizaciones
que a lo largo de la historia han pretendido controlar sus costas. Sus aguas
han sido surcadas por todo tipo de embarcaciones, buques de guerra que
ampliaban los límites del imperio y naves mercantes que mantenían un
floreciente comercio entre sus riberas. Los caminos terrestres eran largos y
peligrosos, atravesaban numerosos reinos de distinta animosidad, elevados
tributos de paso y no permitían el transporte de cargas pesadas o de gran
tamaño. El mar, en cambio, representaba un nexo de unión razonablemente seguro
y rápido para tales menesteres.
Es realmente difícil definir unas características comunes en
los mercantes fenicios en primer milenio a.C., puesto que presentaban una gran
variedad de formas y tamaños, dependiendo del tipo de uso al que fueran
destinados.
Por otra parte, debido a los numerosos contactos e
intercambios existían numerosos puntos similares en la construcción naval
fenicia y su contemporánea egipcia, asiria, griega o etrusca.
La ciencia marinera era reacia a los cambios y algunos tipos
de embarcaciones y sistemas constructivos fueron utilizados a lo largo de
cuatro mil años sin modificaciones relevantes.
El buque mercante estaba formado por distintas partes que a
continuación describimos:
El casco del mercante fenicio.
Eran embarcaciones de una eslora comprendida entre 15 y 30
metros. Manga de 4.5 a 6 metros y un desplazamiento que podía llegar
hasta las 500 toneladas. Eran barcos sólidos, de altas bordas, adecuados para
afrontar el oleaje de mar abierto y realizar largas singladuras con seguridad.
El casco formaba un conjunto cerrado, esto es, con una cubierta que evitaba
que, en caso de temporal, el agua inundara las bodegas. La utilización de una
cubierta añadía un importante refuerzo estructural al casco, a la vez que
creaba un gran espacio interior para la carga. Habitualmente, se utilizaba
madera de encina para las embarcaciones menores y pino Alepo para las más
grandes. Durante el segundo milenio, la quilla, a veces sobresalía un poco por
la proa, formando el tajamar, que en los barcos de guerra se prolongaba con un
pesado espolón de bronce. La presencia o ausencia del tajamar tenía que ver con
la inclinación de la roda. En el primer milenio evolucionó hacia una proa con
lanzamiento hacia avante, como las embarcaciones de pesca actuales, y el
tajamar desapareció.
- Sistema de cosido con fibras vegetales.
Este procedimiento fue utilizado desde el cuarto milenio y
contra lo que pueda parecer, era un sistema que permitía la construcción de
buques sólidos y capaces de navegar por mar abierto. El casco de tablones
cosidos se mantuvo durante muchos siglos, y en los albores de la época
precolonial fenicia aún persistía su utilización.
- Sistema de unión por llaves de
madera.
Este sistema representó la evolución lógica de la
carpintería de ribera y desde el tercer milenio fue desplazando lentamente al
sistema anterior. Para ello, se practicaban perforaciones en los cantos de los
tablones, y se insertaban posteriormente unas llaves de madera de Alepo,
inmovilizadas a su vez, por espigas de madera de algarrobo. Las uniones
de los tablones, en sentido longitudinal, se realizaban con los extremos en
forma de línea quebrada. De esta manera, el casco se iba cerrando a proa, sobre
la roda, y a popa hacia el codaste.
Las superestructuras
En los pecios hundidos solamente se conservan los elementos
del maderamen enterrados en la arena, por este motivo, apenas se han encontrado
partes de la superestructura. Casi toda la información disponible viene del
estudio detallado de las pinturas y bajorrelieves hallados.
En los mercantes fenicios del primer milenio se observa la
presencia de un castillo de popa, que podía estar cerrado en su parte frontal,
y era el camarote del capitán o de algún pasajero ilustre. También pueden verse
sendas plataformas horizontales con barandilla (con una inclinación algo
exagerada por la imaginación de los artistas), que sobresalían de la proa y la
popa y que podían tener utilidad para la vigilancia o en las maniobras de
fondeo y atraque. La de popa también se podía utilizar para que la tripulación
realizase sus necesidades fisiológicas directamente al mar.
La jarcia, mástiles y velas.
Salvo excepciones, como las embarcaciones derivadas de los
"hippoi", los barcos mercantes fenicios se propulsaban exclusivamente
mediante la vela. Disponían de un solo mástil corto y grueso erigido en el centro
del barco y algo inclinado hacia proa.
El mástil estaba sostenido desde su parte más alta por la
jarcia firme, compuesta por un estay hacia proa, varios obenques laterales a
babor y estribor y burdas traseras que lo sujetaban hasta las bordas de las
aletas. Son numerosos los relatos escritos que indican que el mástil podía ser
abatido con gran facilidad para disimular la silueta del barco en caso de
amenaza o para efectuar las labores de mantenimiento y reparación. El mástil
sostenía una verga de madera que soportaba una gran vela cuadra, mucho más
ancha que alta. En el segundo milenio, dicha vela, aún utilizaba una verga
adicional en su parte baja, pero debido a su inutilidad acabó por desaparecer.
Son numerosas las referencias a la presencia de una cofa en la parte alta del
mástil. Ello es debido a la importancia de los vigías en unos mares en los que
abundaban los piratas o para detectar la presencia de tierra cercana.
La "jarcia de labor" era el conjunto de
cabos que sirven para izar y orientar las velas, estaba compuesta por varios
amantillos que sujetaban la verga al mástil y que servían para izarla. Así
mismo, desde la base del palo, partían unos cabos llamados brioles, que se
utilizaban para recoger las velas. En los extremos de las vergas había
dos brazas que se utilizaban para orientar la verga y con ello la parte
superior de la vela para adecuarla a la dirección del viento.
De acuerdo con las escenas portuarias que los artistas
realizaron en la tumba de Kenamon y cuya precisión por el detalle es digna de
consideración. Al llegar a puerto, la vela permanecía plegada en la verga
en la parte alta del mástil. Aunque en el caso de largas estancias se
desmontaba y guardaba en unos arcones de la cubierta. La vela era orientada
correctamente al viento por las dos brazas antes mencionadas y dos escotas
unidas en los extremos de su parte baja (puños de escota) y que se hacían
firmes en distintos puntos de la cubierta.
Junto a la vela principal, muchos barcos mercantes equipaban
una pequeña vela cuadra auxiliar en la proa, denominada "cebadera" o
"artimón", sostenida por un bauprés elevado unos 50 grados sobre la
cubierta. Esta vela no ayudaba en la propulsión y su misión consistía
únicamente en equilibrar la embarcación en diferentes condiciones de viento a
la vez que ayudaba en los giros y maniobras de gobierno.
Los mástiles y perchas solían fabricarse con troncos de
cedro o madera de abeto, mucho más económica y que unía una apreciable
resistencia mecánica a una buena flexibilidad y un peso moderado. Los cabos
auxiliares estaban confeccionados con fibras de esparto o tripas de animales.
Algunos autores no descartan la existencia de unos pocos
remos auxiliares que estarían estibados en cubierta y que en ausencia de viento
pudieran servir para las maniobras de recalada y atraque.
Las piezas o refuerzos de hierro eran casi inexistentes en
las embarcaciones de esta época y en los casos que se han hallado, hay que
citar su posible procedencia de los puertos de la región turca de Arzawa,
dominados por los hititas. Los materiales y maderas utilizadas para las
diferentes partes de un buque eran muy variadas dependiendo de las
disponibilidades de la zona de construcción, la tradición artesana local, la
técnica utilizada y el uso concreto de la embarcación.
Gobierno y fondeo
- Los timones: el sistema de gobierno estaba formado por dos
remos o espadillas laterales llamadas gobernáculas sujetas a las aletas de la
embarcación, esto es, la parte del casco que converge hacia la popa. Estas
espadillas estaban construidas con maderas de pino Alepo y en su parte baja (la
que permanecía sumergida), se ensanchaban con una superficie en forma de pala
mediante la cual se controlaba el rumbo.
- Las anclas: las llamadas anclas metálicas no aparecieron hasta el siglo VII
a.C., aunque en realidad, tampoco eran artefactos totalmente metálicos, sino
que estaban formados por una caña central de madera que sujetaba dos uñas,
también de madera, con las puntas forradas de bronce. En la parte alta, junto
al agujero practicado para atar la soga de fondeo, montaban un cepo de plomo en
forma de lingote rectangular de un peso superior a los 100 Kg. dispuesto en ángulo
perpendicular al eje de las uñas. Con ello obligaban a las puntas de bronce a
“arar” el lecho marino hasta clavarse en él.
Las embarcaciones auxiliares
No existen muchas referencias históricas sobre las
embarcaciones menores, pero probablemente eran pequeñas almadías de tallos
secos (como las que perduran en lagunas zonas lacustres de Cerdeña), canoas
monóxilas (de un solo tronco vaciado), o embarcaciones redondas de cuero cosido
e impermeabilizado, denominadas "guffas", de origen Mesopotámico y
que aún hoy en día se utilizan para el transporte de cargas fluviales.
Disposición interior y estiba de la carga
La bodega estaba dividida por tabiques en tres secciones
transversales. La mayor, situada en la parte media del barco, contenía la carga
principal. Las de proa y popa, mucho más reducidas, estaban destinadas a
mercancías de escaso volumen y alto valor. Directamente sobre la quilla, en la
parte central del buque, se depositaban las piedras de lastre, peso necesario
para conferir estabilidad a la embarcación.
Los "hippoi" fenicios
El "hippoi" fue utilizado ampliamente en el
período precolonial, en el que la necesidad de descubrir y reconocer nuevas
costas era la principal misión de las avanzadillas fenicias, y ello compensaba
con creces su reducida capacidad de carga.
Presumiblemente eran unas embarcaciones rápidas que podían escapar fácilmente de cualquier amenaza, aunque sus cualidades marineras no igualasen la seguridad de otras naves de altas bordas y mayor desplazamiento. Así mismo, su calado era reducido, brindando la posibilidad de remontar ríos y acceder directamente a zonas de poco fondo.
Bibliografía
LORA MEDINA, A. (2008): Breve
historia del Mediterráneo Arcaico, Sevilla.
Recursos electrónicos
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