domingo, 22 de febrero de 2015

LA CASA DE LA VIDA



La Casa de la Vida, que en egipcio se denomina Per Anj, era el nombre dado a la institución existente en el Antiguo Egipto dedicada a la enseñanza en su nivel más avanzado.

No se conocen muchos pormenores sobre esta institución, pero se sabe que surgió en la época del Imperio Antiguo. Tenía su sede en la Residencia Real o en los templos más importantes, pero existían filiales de ella en todos los santuarios de un cierto renombre. Probablemente cada ciudad de dimensión media tendría
su Casa de la Vida, se conoce la presencia de estas instituciones en localidades como Amarna, Edfu, Menfis, Bubasti y Abidos.



En la región de Tell el-Amarna la Casa de Vida estaba formada por dos salas principales y sus anexos, uno de ellos era la casa del director de la institución. Entre las enseñanzas impartidas se encontraban las de medicina, astronomía, matemáticas, doctrina religiosa y lenguas extranjeras. El conocimiento de estas últimas se hizo importante durante el Imperio Nuevo debido al cosmopolitismo de la era, marcada por el dominio de Egipto sobre una vasta área que iba de Nubia hasta al río Éufrates.

Esta institución tenía múltiples ac­tividades y reunía un personal altamente especializado: maestros, oficiantes, ejecutores de los ritos, teólogos, ar­tistas, médicos, exorcistas, decoradores, etc. Por cuanto re­sulta posible deducir, en la Casa de la Vida confluía el saber y se desarrollaba una extraña convivencia entre religión, símbolo y arte; aunque esta institución, que se remonta ciertamente a la Primera dinastía, es conocida únicamente a través de citas tan diversas como para llegar a pensar que toda la vida de Egipto estaba relacionada con ella.

En la Casa de la Vida fueron probablemente unificadas, hasta donde era posible, las teologías locales, relacionando a través de complejas mitologías las leyendas de los dioses, y operando aquellos procesos de superposición de las especulaciones teológicas.

Los sacerdotes aportaban elementos para enunciar nuevas proposiciones, para componer himnos sagrados y para desarrollar una forma orgánica de pensamiento religioso, lejanamente emparentado con la filosofía, que re­flejaba las concepciones metafísicas. Se redactaban libros de magia, se conservaban antiguos textos que contenían las fórmulas necesarias para la protección de la vida y de la existencia de ultratumba, se recopilaban libros litúrgi­cos necesarios para el culto y obras sobre los ritos y so­bre la mitología; es probable que en la Casa de la Vida recibiesen una especie de imprimatur las innumerables copias del Libro de los muertos encontradas en las tum­bas del Imperio Nuevo.



No está comprobado que fuesen también centros de formación sacerdotal, pero es lógico pensar que sí, por la misma naturaleza del instituto. En la Época Baja, los griegos llamaron “Escritores de las cosas sagradas”, a los escribas de la Casa de la Vida que los egipcios llamaban “Servidores de Ra” o “Seguidores de Ra”[1].



Un ejemplo de instrucción dentro de la Casa de la Vida lo tenemos en la preparación para ser magos. Los elegidos eran apartados desde niños de la vida común y sujetos a muchas limitaciones. Ingresados desde muy pequeños en las Casas de la Vida de los distintos templos, vivían en aislamiento y recibían una muy especial formación espiritual.

Dentro de las Casas de la Vida se establecía un sistema de “pupilaje” o tutela, dirigido a garantizar que los seleccionados para ser magos serían dirigidos por un sacerdote experto en sus aprendizajes de las enseñanzas. El método consistía en un aprendiz dirigido por un iniciado o maestro. Por lo tanto, para ejercer las funciones de mago había que pertenecer a un clero determinado y, con toda seguridad, haber pasado por alguna de las Casas de la Vida que existían en los distintos templos para aprender los conocimientos necesarios para poder desarrollar tan delicada e importante función.

Posiblemente, el género didáctico, tan frecuente en la literatura del antiguo Egipto, naciera en la Casa de la Vida y el aspecto religioso de los libros sapienciales sugiere la relación directa con las fuentes de donde emanaban los principios teológicos.

Casi con toda seguridad se puede decir que el ritual de las fiestas religiosas, concebido como forma de reforzamiento de la vida divina en la emanación terrestre de los cuerpos de los dioses, la medicina y sus recetas, la astronomía para conocer el universo y el tiempo, la geometría y las matemáticas para calcular las pro­porciones de los monumentos, tenían su centro motor en la Casa de la Vida. De ella, los arquitectos extraían los elementos teo­lógicos para transformar simbólicamente el templo en una imagen cósmica; los escultores y los pintores apren­dían a hacer las “imágenes vivientes” según las enseñanzas del dios Thot, que había enunciado las reglas de la creación artística; los exorcistas aprendían las fórmulas necesarias para los rituales mágicos contra los animales nocivos y  malditos; los artistas aprendían a adornar los lugares sagrados, las tumbas, los muebles religiosos y funerarios con aquellos elementos decorativos que diesen garantía de fuerza, de renacimiento y de estabilidad. Por lo tanto, dado la enorme cantidad de intereses que se centraban en la Casa de la Vida se puede decir que constituían los centros motores de Egipto.

Se puede afirmar con casi absoluta seguridad que la Casa de la Vida era cenáculo de sabios, teólogos, eruditos y científicos y, al mismo tiempo, archivos y escuelas donde se conservaban tradiciones religiosas, anales del reino y de los templos, obras de todo tipo, que pudieran estar siempre disponibles para ser consultadas por aquellos que estuviesen autorizados.

De algunos documentos se podría, sin embargo, de­ducir que esta institución desarrollase también una fun­ción vagamente anagráfica, de registro de vecinos, al menos por lo que concierne a las grandes familias; no es improbable, por otra parte, que la presentación del re­cién nacido en la Casa de la Vida tuviese únicamente el objetivo de establecer el horóscopo sobre la base del día del nacimiento.

No está excluido que esta institución estuviese estre­chamente ligada a las bibliotecas de los templos, que contenían generalmente obras relativas al ritual y al culto. Se piensa que en las Casas de la Vida también funcionaban unos establecimientos que podrían ser considerados una especie de sanatorio.

En conclusión, el aspecto más interesan­te de las Casas de la Vida es la intensa actividad que en ellas se desarrollaba, el pueblo estaba enteramente excluido, aunque probable­mente nada impedía que accedieran a ellas escribas, mé­dicos, sacerdotes o artistas.

Bibliografía

CIMMINO, F. (2002): Vida cotidiana de los egipcios, Madrid.
MARTÍN VALENTÍN, F. J. (2002): Los Magos del Antiguo Egipto, Madrid.




[1] Ra era el dios solar egipcio, aquel que daba la vida; así, el título estaba asociado a la idea de que los escribas serían ellos mismos transmisores de vida.
Noemí Raposo Gutiérrez

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